Ya no escuché más. Unos segundos de mareo, o algo así. Me dejo caer sobre la silla.Nada tiene sentido. Veo la gente alborotada y me parecen ridículos corriendo por los pasillos, entrando y saliendo de la habitación que más que nunca se me asemeja a una cueva. Todo es lento y un poco torpe.
Comienzo a balancearme sobre el asiento talvez estoy un poco inquieto, juego con el lápiz. Giro, encuentro una ventana y me acerco a ella moviéndome junto con la silla. Moles de concreto veo florecidas en el asfalto. Muevo mis piernas, me balanceo, juego con el lápiz.
Miro a través de la ventana, por sobre los edificios. ¡Oh! que lindo cielo hay y no me había percatado.¿Y cómo iba a hacerlo?. Hoy me levanté temprano para venir al trabajo y el cielo estaba oscuro, no como ahora.
Se me quiso salir el alma con tan reluciente y sencillo espectáculo y yo no le impedí ser libre aunque fuese por un rato. Atravieso la ventana veo a la gente por debajo de mí, luego los edificios, grandes, imponentes primero, pequeños e ínfimos después. Ya no los veo, en su lugar diviso unas blancas nubes, de un blanco como nunca hube visto. Me recuesto sobre una de ellas me envuelve con suavidad. El cielo es muy azul, azul como nunca hube visto antes. Comienzan a pesarme los ojos, el relajo es indescriptible.
¡Algo me remese!. Me toman por el hombro y comienzo una súbita caída. El viaje es rebobinado. Escucho lejanamente:
- Rodrigo, Rodrigo, ¡hey!-
- ¿Ah?. Si, Si, dime.-
- Hay firmas en la bandeja, más vale que te apures sino quieres que quedemos fuera de la hora. Estabas en las nubes ¿eh?.-
- Si…estaba justo ahí.-
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